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Resistencia a los cambios del Centro Cultural Recoleta

El Centro Cultural Recoleta, que estuvo en obra durante más de un año, reabrió sus puertas el pasado 10 de enero, con una renovación tan importante que generó el rechazo de varios vecinos.

Ocurre que este icónico lugar del barrio, que fue convento de los monjes recoletos, luego albergó el asilo de ancianos, de mendigos y finalmente, en 1979, fue refuncionalizado por los arquitectos Jacques Bedel, Luis Benedit y Clorindo Testa y se inauguró el Centro Cultural Recoleta, con 27 salas de exposiciones destinadas a las artes plásticas, conciertos, teatro, danza y otras actividades. Asimismo, alberga el Museo Participativo de Ciencias.

Ahora, el Gobierno de la Ciudad, dice que la importante remodelación apunta a recuperar parte del público perdido y también a los jóvenes. La fachada actual luce con un colorido explosivo que significó un cambio drástico en este edificio icónico del barrio y parece no tener mucho que ver con el entorno en el que se encuentra. Esto, sumado a escenas de parejas del mismo sexo besándose, es lo que para muchos vecinos resulta provocador.

Centro cultural Recoleta

Salimos a consultar a los vecinos y estas son algunas de las opiniones:

Julio Rodríguez: Parece que este gobierno apunta solo a los jóvenes y a la comunidad LGBT, embanderados en la igualdad y en los derechos de todos, no predican con el ejemplo, ya que lo que menos les importa es la identidad del barrio y la opinión de los vecinos. En un año electoral, da la sensación de querer captar votos a toda costa y una característica de este gobierno es pensar solo para los jóvenes, como si tuvieran la fórmula de la eterna juventud, cuando ellos mismos, en su mayoría, ya pasaron los 50. Shows para los jóvenes, recitales, terrazas, etc. Lo único que falta es que propongan desde esas terrazas para jóvenes, jugar a arrojar a los viejos...

Juan Doval, que estaba con Julio, agregó: Si hasta la página de Anses es indignante, hay trámites para los vagos, para pedir garrafas, para asignación universal por hijo, embarazos, etc., etc. y si se llama por teléfono para un trámite de jubilación, del 1 al 9 hay varias opciones sin aparecer "jubilación". ¿Increíble no?, porque para pagar tanto plan, asignación, etc., meten mano en la caja de los jubilados, los que nunca salimos a cortar calles y aportamos tantos años, para mantener vagos y nosotros no llegar a fin de mes.

María Teresa cuenta que ingresó por curiosidad, para ver los cambios y cree que no fueron favorables, ya no es lo que era, un espacio relajado donde ingresar a contemplar y disfrutar de distintas expresiones artísticas o simplemente sentarse a disfrutar del patio de los naranjos; ahora hay chicos correteando, gritando y muestras que están armadas solo para los más jóvenes, algunas inentendibles. El arte es otra cosa y convoca e invita a todo tipo de público, sin distinción de edades o sexos.

Luis Gimelli, Director de Arte del CCR, dice que ahora es más descontracturado y que eso se percibe hasta en el contenido de la tienda. “Entre mediados y fines de los 80, el CCR vivió una explosión con las repercusiones que generaban las bienales de arte joven. A partir de entonces, la tienda comenzó a vender libros de las exposiciones emblemáticas del Centro Cultural y no fue renovando su material”. Ahora, la arquitectura del local se mantiene idéntica, excepto por el mobiliario diseñado por Rodolfo Pagliere (de aspecto mucho más liviano) y la oferta de productos de diseñadores argentinos: carteras, agendas, juguetes.

Estos nuevos conceptos, que según Gimelli fueron diseñados a la medida de "las necesidades actuales", con materiales más modernos, coloridos y transgresores, parece que contradicen e intentan borrar toda huella anterior, pretendiendo imponerse, pero ahuyentan a un alto porcentaje de los habitués del Cultural Recoleta. Parece que los cambios no siempre son para mejorar.

También consideran que ahora, el espacio interior está vivo y como ejemplo ponen la sala de ocio, donde hay gente tirada, con las piernas hacia arriba, descalzos o con medias (condición que ponen antes de ingresar) y la mayoría (por no decir todos) con sus celulares en mano. ¿A eso van a un Centro Cultural? ¿A tirarse en el piso, descalzos y sumergirse en el celular como lo hacen el resto del día? ¿No es más lógico que este tipo de ocio se practique fuera del Centro Cultural, en las plazas de los alrededores, bajo la sombra de los frondosos árboles y tendidos sobre el pasto? ¿Por qué un Centro Cultural donde debe exhibirse arte es tomado como un lugar de ocio donde se pierden hasta los buenos modales? Qué lejos están de la cultura.


www.conozcarecoleta.com.ar (4627) - Publicado: Jueves 24/01/19